viernes, 25 de abril de 2008
lunes, 21 de abril de 2008
Cuanta plata hace falta para vivir en El Bolsón?
Según el diario "El Ciudadano" de hoy, la canasta familiar básica para una familia tipo que alquila una vivienda adecuada, está en más de 4000 pesos. Y eso sin salidas a restaurantes ni ropa de marca ni celulares.
Un análisis superficial muestra que si bien las cosas son más caras acá ("es el flete" decimos en chiste, para explicar por qué algo acá cuesta el doble que en Buenos Aires), se gasta menos en transporte, menos en salidas y menos en ropa. Acá no hace falta caretear con la marca de los jeans. Además, como no hace falta hacer tiempo en la calle, sino que se puede volver a la casa, se gasta menos en "tomarse un café por ahí".
La alimentación es un 10% o 15% más cara que en Buenos Aires.
Hay negocios con ropa de coreanos al mismo precio que Once. Sin tanta variedad, claro. La ropa de marca está al mismo precio.
El gas natural está subsidiado, por lo que quienes tenemos el privilegio de tener gas natural nos calefaccionamos muy económicamente. En las zonas más pobres donde no llega la red de gas natural, se usa leña para cocinar y calefaccionar ("salamandras" y "cocinas económicas").
La telefonía es cara, Internet es caro, debido a que la demanda no es tan grande como en las grandes ciudades.
Link a la nota de El Ciudadano (que habla de pobreza, sobre todo):
http://www.elciudadanobche.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=17872&Itemid=49&lang=es
Un análisis superficial muestra que si bien las cosas son más caras acá ("es el flete" decimos en chiste, para explicar por qué algo acá cuesta el doble que en Buenos Aires), se gasta menos en transporte, menos en salidas y menos en ropa. Acá no hace falta caretear con la marca de los jeans. Además, como no hace falta hacer tiempo en la calle, sino que se puede volver a la casa, se gasta menos en "tomarse un café por ahí".
La alimentación es un 10% o 15% más cara que en Buenos Aires.
Hay negocios con ropa de coreanos al mismo precio que Once. Sin tanta variedad, claro. La ropa de marca está al mismo precio.
El gas natural está subsidiado, por lo que quienes tenemos el privilegio de tener gas natural nos calefaccionamos muy económicamente. En las zonas más pobres donde no llega la red de gas natural, se usa leña para cocinar y calefaccionar ("salamandras" y "cocinas económicas").
La telefonía es cara, Internet es caro, debido a que la demanda no es tan grande como en las grandes ciudades.
Link a la nota de El Ciudadano (que habla de pobreza, sobre todo):
http://www.elciudadanobche.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=17872&Itemid=49&lang=es
miércoles, 16 de abril de 2008
La sociedad de El Bolsón
Hace muchos años, como en todos lados, estaba la alta sociedad bolsonesa y la mano de obra. Clase alta y clase baja. Gente del centro y de los barrios. Todos se llaman a sí mismos nycs (nacidos y criados).
La gente del centro conforma un núcleo bastante cerrado.
La gente de los barrios, junto con quienes, desplazados del campo vienen "a la ciudad" (despectivamente llamados "los paisas"), son mayoría en este Bolsón.
Sumemos a esto a quienes vinieron de grandes ciudades con esperanza de mejorar su calidad de vida y por destino o elección terminaron en una casucha frente al río.
Algunos de los que vinimos de las grandes ciudades, tratamos de crear una clase media. Y los que vinimos tuvimos hijos nacidos en El Bolsón. NyCs también, entonces empieza la distinción: ser un nyc de primera generación no es lo mismo que ser uno de cuarta. Importante distinción a la hora de reclamar privilegios.
Aunque sea duro decirlo, el nivel cultural e intelectual de la gente de los barrios es bastante bajo.
Las diversiones están pensadas para ellos. Los espectáculos de afuera que traen, las fiestas populares, bailes, etc.
En la última Fiesta del Lúpulo tuvimos a Rodolfo Zapata y Alcides.
(El Maitén tuvo a Soledad y Lago Puelo a Los Cafres. Pero claro, ellos están en Chubut).
¿Qué puede esperar el que viene? Podrán buscar gente de nivel similar al de Uds. para juntarse, pero a menos que sus hijos vayan a la escuela privada, el nivel de enseñanza va a ser acorde con la mayoría del curso. Tirando a bajo, digamos. Todas las escuelas públicas tienen este problema, incluso las del centro.
La gente del centro conforma un núcleo bastante cerrado.
La gente de los barrios, junto con quienes, desplazados del campo vienen "a la ciudad" (despectivamente llamados "los paisas"), son mayoría en este Bolsón.
Sumemos a esto a quienes vinieron de grandes ciudades con esperanza de mejorar su calidad de vida y por destino o elección terminaron en una casucha frente al río.
Algunos de los que vinimos de las grandes ciudades, tratamos de crear una clase media. Y los que vinimos tuvimos hijos nacidos en El Bolsón. NyCs también, entonces empieza la distinción: ser un nyc de primera generación no es lo mismo que ser uno de cuarta. Importante distinción a la hora de reclamar privilegios.
Aunque sea duro decirlo, el nivel cultural e intelectual de la gente de los barrios es bastante bajo.
Las diversiones están pensadas para ellos. Los espectáculos de afuera que traen, las fiestas populares, bailes, etc.
En la última Fiesta del Lúpulo tuvimos a Rodolfo Zapata y Alcides.
(El Maitén tuvo a Soledad y Lago Puelo a Los Cafres. Pero claro, ellos están en Chubut).
¿Qué puede esperar el que viene? Podrán buscar gente de nivel similar al de Uds. para juntarse, pero a menos que sus hijos vayan a la escuela privada, el nivel de enseñanza va a ser acorde con la mayoría del curso. Tirando a bajo, digamos. Todas las escuelas públicas tienen este problema, incluso las del centro.
Es lindo El Bolsón?
Sí, es realmente muy lindo.
Dondequiera que esté ves cielo, mucho cielo. Y siempre el Piltri, majestuoso, imponente, alzándose sobre todo.
Dondequiera que esté ves cielo, mucho cielo. Y siempre el Piltri, majestuoso, imponente, alzándose sobre todo.
 
Y el Piltri cambia. Según la estación, el día, la hora. Siempre es distinto. Por ahí al atardecer el sol le da en un ángulo especial y decís "y ese paredón de donde salió, que nunca lo ví antes?" 10 minutos despueś la sombra del paredón desapareció.
Del otro lado la cordillera. No tiene la presencia, la personalidad del Piltri.
Verde, mucho verde. Todo verde.
Cuando yo tenía 17 años y vivia en Buenos Aires, mi primo, ex hippie de El Bolsón, me dijo "viste el hermoso color de la ciudad? El hermoso color de la ciudad es GRIS"
Y yo le contesté en un sueño, cuando ya vivía acá: "en cambio acá todo es verde, verde, verde..."
domingo, 6 de abril de 2008
El embrujo de El Bolsón
Transcribo (con permiso) un texto del historiador local Juan Domingo Matamala, de su libro de igual título. En otra nota lo analizaremos.
(fragmento)
El embrujo de El Bolsón, no posee definiciones. Es un lugar que elige y no es elegido, quien cree lo contrario no tardará en entender el significado. Y esto es así porque los embrujos ejercen una tentación irresistible sobre la persona anulándole la capacidad de raciocinio para evaluar los pro y los contras que la elección exige.
Las posibilidades de salida laboral, debido a la escueta demanda existente, es un paso fundamental a tener en cuenta por parte del posible nauta que se aviene a afincarse en el lugar.
Luego, una vez instalado, vencer la compleja trama de las relaciones administrativo-comercial-social-étnica- religiosa-filosófica existente, para poder encarar con éxito la supervivencia.
Así es que no son pocos los incomprendidos que deben huir luego de algunos meses de intento de vida en el lugar. Se ha acuñado la frase: «Después que pases tu primer invierno, seguro no te vas más».
El adagio no es para nada hermano de los frígidos tiempos invernales. Es una metáfora de la situación que se ha de encarar para sobrevivir. Hay un frío del alma junto a la nieve y las heladas.
Vivir en El Bolsón implica un alto grado de rápida adaptabilidad a las circunstancias más desconcertantes.
Es duro vivir lejano a los afectos, a las costumbres, a los amigos de toda la vida. Llegar a El Bolsón es olvidarse de todo y hacer borrón y cuenta nueva.
«En realidad, cuando me harté de Buenos Aires, busqué un lugar para vivir en paz y en contacto con la naturaleza, con menos contaminación ambiental, sonora y que mis hijos vivieran otra cosa»- sostiene Jorge, un porteño de clase media con aspiraciones de más y que dejó en el camino todo lo que implicaba trabajar 16 horas diarias en el fárrago de la industria, ver a su familia los fines de semana, cumplir con los compromisos sociales propios de la empresa e intentar sobrevivir en el intento.
Conoció la zona de casualidad un día que vino a Bariloche en una tour de ventas y se incluyó en la excursión una visita a la feria de los Hippies de El Bolsón.
«Ver el Piltriquitrón, el verde, la colorida feria, el rostro de felicidad de la gente, la tranquilidad en todo su extensión (nadie se preocupaba por el reloj, ni corria, ni existían los Fastfood) me puso como loco.
Pensé: yo me tengo que venir a vivir aquí. Evalué en el regreso mis posibilidades y, aunque no eran muchas, con Ana, mi mujer decidimos probar la odisea. »
Ana y Jorge vivieron varios años aquí. Siguen haciéndolo, aunque ya no estén juntos.
Cuando se les pregunta que pasó, las respuestas son diferentes, aunque las estadísticas indican grandes similitudes en estos aconteceres.
Una familia joven y exitosa en Buenos Aires se sostiene no por el amor y la convivencia, sino por la ausencia y las ansias de crecer en lo económico y fortalecer un futuro, pero olvidan cimentar el presente.
En El Bolsón, vivir significa CON-VIVIR. Luego de cumplido el compromiso laboral, por extenso que sea, las horas sobran para compartirse con la pareja, los hijos, los compromisos sociales que no existen, precisamente por la particular idiosincrasia del lugar.
Un horario laboral tipo no excede las ocho o diez horas. Si el horario es partido, se vuelve a casa a compartir el almuerzo, la escueta siesta, se retorna a la oficina,se retorna a cenar, se ve televisión, se conversa con la pareja y los hijos, se va a dormir. Esta rutina excluye las horas de traqueteo en ómnibus, en trenes, en subterráneos, las obligatorias detenciones en los cafés para hacer tiempo, los partidos de fútbol de fin de semana, la visita a los viejos, los espectáculos, el ballet, la peña...
Todo ese tiempo se invierte en la convivencia. En construir la casita, en cuidar la huerta, meterse en la vida del lugar, comentar lo que acontece alrededor, descubrir quién vive al lado nuestro, deslumbrarse por las historias que nos llegan.
Cocinar todos los días y no alimentarse con la carroña preelaborada, Se comienza a ser más naturista, se privilegian las verduras, las frutas de estación, se descubre qué barato es comprar a los vecinos, desde la leche hasta la verdura. Se minimiza el mundo de lo que importa: el síndrome diario, la cancha y la televisión pasan a un segundo plano y finalmente desaparecen. Por ahí se desea ver una buena película, pero no hay cine. Se alquila un video, se comparte en familia, luego no alcanza y se comparte con algún amigo.
Se trastoca el lenguaje. Se toman inflexiones de la fonética local, se conocen a los personajes de la vida cotidiana a los que puede adorarse u odiarse, se convive también con ellos, se tornan ecologistas, desean salir del ámbito hogareño para desentoxicarse de tanta familia. Se conoce a alguien que, curiosamente, está tratando de zafar de lo mismo. Hay gente como uno fuera de la casa. Lo aburrió la convivencia. Acontecen las separaciones con una vertiginosa frecuencia.
¿Cuál es el motivo? Intentemos una explicación. Esta misma familia, marido, esposa, dos hijos, en Buenos Aires convivían algunas pocas horas al día, unos pocos días al mes, unos pocos meses al año. En El Bolsón la convivencia es diaria, por horas, por noches, días, estaciones. Así es fácil saber con quién se convive, cómo es el otro. Sus defectos. Sus virtudes. Sus mentiras. Su caparazón. Aunque no sea esta una explicación válida para todos los casos, centenares de entrevistas a separados que provienen de otros lares lo atestiguan. Dicen: « Un día lo vi. Dije, no es esta la persona que yo elegí. 0 me mintió o viví deslumbrado/a". Este grupo de separados a su vez regenera el otro país de El Bolsón.
Aquí no hay clubes de solitarios, bailes sociales para separados, todos se conocen. Allí surge el movimiento del complejo engranaje del sistema ajedrecístico de las relaciones humanas. El marido de fulana se junta con la esposa de fulano. Los hijos de ambos se relacionan, se conocen, y todo acontece en un ámbito de extraña convivencia superadora.
Cuando ambos matrimonios, ahora entrecruzados, a su vez tienen hijos, se produce una mescolanza de los míos y los nuestros digna de ser analizada. Cuando la escuela los sintetiza en sus nomenclaturas, dirimir quién es uno y quien es otro, resulta francamente una tarea ciclópea.
El embrujo de El Bolsón es permanente, si así no fuera, no serían permanentes sus habitantes.
Las extrañas redes sociales que rigen esta sociedad tan etérea, tan heterogénea, sólo por usar esdrújulas, resulta indescifrable para quien no esté medianamente inserto en ella.
(fragmento)
El embrujo de El Bolsón, no posee definiciones. Es un lugar que elige y no es elegido, quien cree lo contrario no tardará en entender el significado. Y esto es así porque los embrujos ejercen una tentación irresistible sobre la persona anulándole la capacidad de raciocinio para evaluar los pro y los contras que la elección exige.
Las posibilidades de salida laboral, debido a la escueta demanda existente, es un paso fundamental a tener en cuenta por parte del posible nauta que se aviene a afincarse en el lugar.
Luego, una vez instalado, vencer la compleja trama de las relaciones administrativo-comercial-social-étnica- religiosa-filosófica existente, para poder encarar con éxito la supervivencia.
Así es que no son pocos los incomprendidos que deben huir luego de algunos meses de intento de vida en el lugar. Se ha acuñado la frase: «Después que pases tu primer invierno, seguro no te vas más».
El adagio no es para nada hermano de los frígidos tiempos invernales. Es una metáfora de la situación que se ha de encarar para sobrevivir. Hay un frío del alma junto a la nieve y las heladas.
Vivir en El Bolsón implica un alto grado de rápida adaptabilidad a las circunstancias más desconcertantes.
Es duro vivir lejano a los afectos, a las costumbres, a los amigos de toda la vida. Llegar a El Bolsón es olvidarse de todo y hacer borrón y cuenta nueva.
«En realidad, cuando me harté de Buenos Aires, busqué un lugar para vivir en paz y en contacto con la naturaleza, con menos contaminación ambiental, sonora y que mis hijos vivieran otra cosa»- sostiene Jorge, un porteño de clase media con aspiraciones de más y que dejó en el camino todo lo que implicaba trabajar 16 horas diarias en el fárrago de la industria, ver a su familia los fines de semana, cumplir con los compromisos sociales propios de la empresa e intentar sobrevivir en el intento.
Conoció la zona de casualidad un día que vino a Bariloche en una tour de ventas y se incluyó en la excursión una visita a la feria de los Hippies de El Bolsón.
«Ver el Piltriquitrón, el verde, la colorida feria, el rostro de felicidad de la gente, la tranquilidad en todo su extensión (nadie se preocupaba por el reloj, ni corria, ni existían los Fastfood) me puso como loco.
Pensé: yo me tengo que venir a vivir aquí. Evalué en el regreso mis posibilidades y, aunque no eran muchas, con Ana, mi mujer decidimos probar la odisea. »
Ana y Jorge vivieron varios años aquí. Siguen haciéndolo, aunque ya no estén juntos.
Cuando se les pregunta que pasó, las respuestas son diferentes, aunque las estadísticas indican grandes similitudes en estos aconteceres.
Una familia joven y exitosa en Buenos Aires se sostiene no por el amor y la convivencia, sino por la ausencia y las ansias de crecer en lo económico y fortalecer un futuro, pero olvidan cimentar el presente.
En El Bolsón, vivir significa CON-VIVIR. Luego de cumplido el compromiso laboral, por extenso que sea, las horas sobran para compartirse con la pareja, los hijos, los compromisos sociales que no existen, precisamente por la particular idiosincrasia del lugar.
Un horario laboral tipo no excede las ocho o diez horas. Si el horario es partido, se vuelve a casa a compartir el almuerzo, la escueta siesta, se retorna a la oficina,se retorna a cenar, se ve televisión, se conversa con la pareja y los hijos, se va a dormir. Esta rutina excluye las horas de traqueteo en ómnibus, en trenes, en subterráneos, las obligatorias detenciones en los cafés para hacer tiempo, los partidos de fútbol de fin de semana, la visita a los viejos, los espectáculos, el ballet, la peña...
Todo ese tiempo se invierte en la convivencia. En construir la casita, en cuidar la huerta, meterse en la vida del lugar, comentar lo que acontece alrededor, descubrir quién vive al lado nuestro, deslumbrarse por las historias que nos llegan.
Cocinar todos los días y no alimentarse con la carroña preelaborada, Se comienza a ser más naturista, se privilegian las verduras, las frutas de estación, se descubre qué barato es comprar a los vecinos, desde la leche hasta la verdura. Se minimiza el mundo de lo que importa: el síndrome diario, la cancha y la televisión pasan a un segundo plano y finalmente desaparecen. Por ahí se desea ver una buena película, pero no hay cine. Se alquila un video, se comparte en familia, luego no alcanza y se comparte con algún amigo.
Se trastoca el lenguaje. Se toman inflexiones de la fonética local, se conocen a los personajes de la vida cotidiana a los que puede adorarse u odiarse, se convive también con ellos, se tornan ecologistas, desean salir del ámbito hogareño para desentoxicarse de tanta familia. Se conoce a alguien que, curiosamente, está tratando de zafar de lo mismo. Hay gente como uno fuera de la casa. Lo aburrió la convivencia. Acontecen las separaciones con una vertiginosa frecuencia.
¿Cuál es el motivo? Intentemos una explicación. Esta misma familia, marido, esposa, dos hijos, en Buenos Aires convivían algunas pocas horas al día, unos pocos días al mes, unos pocos meses al año. En El Bolsón la convivencia es diaria, por horas, por noches, días, estaciones. Así es fácil saber con quién se convive, cómo es el otro. Sus defectos. Sus virtudes. Sus mentiras. Su caparazón. Aunque no sea esta una explicación válida para todos los casos, centenares de entrevistas a separados que provienen de otros lares lo atestiguan. Dicen: « Un día lo vi. Dije, no es esta la persona que yo elegí. 0 me mintió o viví deslumbrado/a". Este grupo de separados a su vez regenera el otro país de El Bolsón.
Aquí no hay clubes de solitarios, bailes sociales para separados, todos se conocen. Allí surge el movimiento del complejo engranaje del sistema ajedrecístico de las relaciones humanas. El marido de fulana se junta con la esposa de fulano. Los hijos de ambos se relacionan, se conocen, y todo acontece en un ámbito de extraña convivencia superadora.
Cuando ambos matrimonios, ahora entrecruzados, a su vez tienen hijos, se produce una mescolanza de los míos y los nuestros digna de ser analizada. Cuando la escuela los sintetiza en sus nomenclaturas, dirimir quién es uno y quien es otro, resulta francamente una tarea ciclópea.
El embrujo de El Bolsón es permanente, si así no fuera, no serían permanentes sus habitantes.
Las extrañas redes sociales que rigen esta sociedad tan etérea, tan heterogénea, sólo por usar esdrújulas, resulta indescifrable para quien no esté medianamente inserto en ella.
Los afectos
Una de las principales cosas a tener en cuenta al venirse, es el tema de los afectos.
Sobre todo si son los primeros de una familia en venirse (por lo que ví eso es bastante raro, quienes vienen generalmente tienen acá a sus padres, sus hijos, algún hermano, primo, sobrino de la cuñada de su mujer...)
Piensen que van a dejar de ver a su familia, a sus amigos. Que acá van a encontrar seguramente nuevos amigos, pero que a los viejos amigos y a la familia los van a ver solamente en vacaciones (las de ustedes y las de ellos). Tal vez en este momento no le den importancia. Créanme, se la van a dar. Los van a extrañar.
Sobre todo si son los primeros de una familia en venirse (por lo que ví eso es bastante raro, quienes vienen generalmente tienen acá a sus padres, sus hijos, algún hermano, primo, sobrino de la cuñada de su mujer...)
Piensen que van a dejar de ver a su familia, a sus amigos. Que acá van a encontrar seguramente nuevos amigos, pero que a los viejos amigos y a la familia los van a ver solamente en vacaciones (las de ustedes y las de ellos). Tal vez en este momento no le den importancia. Créanme, se la van a dar. Los van a extrañar.
Al principio todo bien
De los 20 años que hace que estoy aquí, los primeros 8 fueron muy buenos y por lo menos yo estaba muy contenta con la decisión adoptada.
Los chicos crecían con bastante libertad, sin miedo ni ellos ni nosotros. Podían desaparecer a la salida del colegio y nosotros estar tranquilos de que debían estar en casa de algún amigo.
Nosotros trabajando por cuenta propia, construyendo una actividad, despacito. Nos iba muy bien.
Pero el problema es que, pese a que nos fuimos re-lejos de nuestra ciudad de origen, El Bolsón está en Argentina. Y la debacle del 93 nos alcanzó. Pudimos subsistir bastante bien, pero en el 97 nos caímos del todo. Y vuelta a empezar, de cero.
Ahora estamos más o menos bien. Trabajo estable, etc. Pero no tan bien como habíamos llegado a estar en el 93.
Los chicos crecían con bastante libertad, sin miedo ni ellos ni nosotros. Podían desaparecer a la salida del colegio y nosotros estar tranquilos de que debían estar en casa de algún amigo.
Nosotros trabajando por cuenta propia, construyendo una actividad, despacito. Nos iba muy bien.
Pero el problema es que, pese a que nos fuimos re-lejos de nuestra ciudad de origen, El Bolsón está en Argentina. Y la debacle del 93 nos alcanzó. Pudimos subsistir bastante bien, pero en el 97 nos caímos del todo. Y vuelta a empezar, de cero.
Ahora estamos más o menos bien. Trabajo estable, etc. Pero no tan bien como habíamos llegado a estar en el 93.
¿Por qué vinimos?
Ya son 20 años.
Cuando pensamos en venir teníamos un nene chiquito y un bebé.
Vivíamos en Buenos Aires.
Mi marido trabajaba 12 horas por día, apenas nos veíamos.
Yo todo el día en la casa con los chicos. En ese momento con pocas posibilidades de conseguir un trabajo medianamente acorde con mis capacidades.
Acá parecía que estaba todo por hacer.
Dos años antes habíamos comprado el terreno y pudimos hacer la casa antes de venir. Teníamos resto económico como para aguantar tres meses sin trabajar viendo a qué nos íbamos a dedicar.
Cuando pensamos en venir teníamos un nene chiquito y un bebé.
Vivíamos en Buenos Aires.
Mi marido trabajaba 12 horas por día, apenas nos veíamos.
Yo todo el día en la casa con los chicos. En ese momento con pocas posibilidades de conseguir un trabajo medianamente acorde con mis capacidades.
Acá parecía que estaba todo por hacer.
Dos años antes habíamos comprado el terreno y pudimos hacer la casa antes de venir. Teníamos resto económico como para aguantar tres meses sin trabajar viendo a qué nos íbamos a dedicar.
sábado, 5 de abril de 2008
La tranquilidad
Cuando voy a Buenos Aires es inevitable.
Taxi que tomo o negocio al que voy, si surge el tema de donde vivo, siempre es
- El Bolsón... que lindo... es tranquilo ahí, no?
Sí, es tranquilo. pero, ¿qué quiere decir "tranquilo"?
"Tranquilo" quiere decir que podés caminar por la calle y llevar la cartera colgada sin que pase una moto y te la arranque.
"Tranquilo" quiere decir que la puerta de tu casa puede quedar abierta - mientras vos estés adentro.
Pero "tranquilo" también quiere decir que NO PASA NADA.
Nada divertido quiero decir. Quilombos políticos y sociales hay, y a montones (más de esto en otro momento). Pero no hay espectáculos que valgan la pena ni actividades adecuadas para personas de mediana edad y clase media.
Los artistas nacionales van de Bariloche (130 km) a Esquel (180 km) sin hacer escala.
Los artistas internacionales lo más lejos que llegan es a Neuquén (550 km) Y con eso ya dicen que estuvieron en la Patagonia.
Si me dicen que Paul McCartney estuvo en Argentina, para mí es lo mismo que si hubiera actuado en Londres. Hay que verlo por televisión.
Taxi que tomo o negocio al que voy, si surge el tema de donde vivo, siempre es
- El Bolsón... que lindo... es tranquilo ahí, no?
Sí, es tranquilo. pero, ¿qué quiere decir "tranquilo"?
"Tranquilo" quiere decir que podés caminar por la calle y llevar la cartera colgada sin que pase una moto y te la arranque.
"Tranquilo" quiere decir que la puerta de tu casa puede quedar abierta - mientras vos estés adentro.
Pero "tranquilo" también quiere decir que NO PASA NADA.
Nada divertido quiero decir. Quilombos políticos y sociales hay, y a montones (más de esto en otro momento). Pero no hay espectáculos que valgan la pena ni actividades adecuadas para personas de mediana edad y clase media.
Los artistas nacionales van de Bariloche (130 km) a Esquel (180 km) sin hacer escala.
Los artistas internacionales lo más lejos que llegan es a Neuquén (550 km) Y con eso ya dicen que estuvieron en la Patagonia.
Si me dicen que Paul McCartney estuvo en Argentina, para mí es lo mismo que si hubiera actuado en Londres. Hay que verlo por televisión.
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